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viernes, 16 de enero de 2009

Presencia Africana en Chile (1a Parte)

Ensayo por Virginia Vidal

Presentación

Es triste constatar que a más de veinte años, sigue vigente el prejuicio racial en un país donde todo humano viviente que no tira flecha, toca tambor, como en el resto del continente americano. Este trabajo fue escrito en Moscú. La idea nació mientras acompañaba a los exiliados compatriotas a renovar pasaportes en el consulado chileno en Belgrado; allí había folletos de tipo turístico sobre Chile que comenzaban diciendo: “Chile es un país de raza blanca”.

Cuando apareció este ensayo en Araucaria, un respetado compañero del exilio chileno en Venezuela, ex diplomático, me regañó diciéndome si yo estaba demente al suponer que los chilenos teníamos sangre africana. Tampoco faltó una ilustre compatriota que lloraba a mares porque la habían asaltado a ella y a su marido, al que le quitaron el reloj pulsera; sumida en el estupor la oí decirme entre sollozos: “y lo pero es que los desgraciados eran negros...”

No olvidemos que primer conquistador que entró a nuestro territorio no sólo venía con ciento cincuenta esclavos más su propia esposa, Malgarida de Almagro, todos africanos, de modo que podemos decir sin lugar a error ni duda que nuestra descubridora fue una africana.

Agradezco a los profesores y a la Biblioteca del Instituto Leninista que poseían los libros de autores chilenos.


La Presencia Africana en Chile


"Luego llegó el verdugo diligente,

que era un negro gelofo 1 mal vestido

el cual viéndole el bárbaro presente

para darle la muerte prevenido,

bien que con rostro y ánimo paciente

las afrentas demás había sufrido,

sufrir no pudo aquella, aunque postrera

diciendo en alta voz desta manera:

»¿Cómo? ¿Que en cristiandad y pecho honrado

cabe cosa tan fuera de medida,

que a un hombre como yo tan señalado

le dé muerte una mano así abatida?”

Canto XXXIV de La Araucana: Suplicio de Caupolicán,

Alonso de Ercilla (1533-1594.)


¿Existen descendientes africanos en Chile? ¿Hay alguna base para suponer que nuestro país, a diferencia del resto del continente, está exento de la presencia africana? Un desconocido militar afirmaba con satisfacción allá por el año 1963: "Gracias a las características del clima chileno la raza negra no se ha desarrollado". Añadía que la unión indígena española había dado un "linaje blanco" que se podía llamar “raza chilena” 2.


Exactamente diez años después, ese mismo militar encabezaría el golpe fascista, asesinando al presidente Allende y a miles de chilenos. Esa represión también era la puesta en práctica de las teorías racistas del general Augusto Pinochet.


El periodista Rolando Carrasco testimonia en su libro Prigué las palabras que el oficial de Ejército, capitán Fuschlocher, apodado "el Príncipe", lanzó a los prisioneros políticos concentrados en el Estadio Chile: "Se acabaron los sindicatos, señores, y el desorden. Ahora habrá que trabajar y producir. No más mítines y desfiles. Tampoco aceptaremos nunca más a los extranjeros en nuestro territorio. Resaca venida de otras tierras no la queremos. Que se guarden sus inmundicias en sus países. ¿Escuchó la cloaca extranjera? Nuestra raza chilena es noble y bella. Debemos limpiar nuestra sangre de las mezclas inferiores que la estaban degenerando. Fuera los judíos y los negros, sí, señores''3.


Esta "declaración de principios" del régimen de Pinochet se complementó con el profuso empapelamiento de la ciudad con afiches que mostraban a los extranjeros detenidos con un gran titular: "Asesinos de chilenos".


El apartheid, la discriminación racial, no sólo contra los extranjeros en Chile, sino también contra los mapuche —decreto de marzo de 1979 que destruye la comunidad y el cultivo colectivo de la tierra desde tiempos precolombinos—, son la impronta del régimen fascista. Pero hay otras manifestaciones.


En el mes de junio de 1979, el presidente de la Corte Suprema, Israel Bórquez, faltó el respeto a los jurados de Columbia que trataban el caso Letelier, diciendo que "los habían elegido por morenitos para que ocultaran el rubor". Como de todo nuestro continente surgió la protesta contra esas expresiones despectivas y groseras, el pintoresco personaje, en vez de dar excusas, persistió en su actitud racista. Mostró la hilacha sin disimulo. "No quise ofender a los mulatos —dijo—, ni mucho menos a las mulatas. Si tuviera unos cuantos años menos, me encantaría ir al carnaval de Río. Las mulatas son lo mejor que hay en la plaza". Típico de los racistas: ver a la mujer de origen africano o mestiza sólo como apetecido objeto sexual.


Carmen Grez, de la Secretaría de la Mujer, quien llegó a perfilarse como ministra del Gobierno, expresó en entrevista pública su rechazo al aborto diciendo que "no lo aceptaría" aun si su hija fuera violada por un negro.


Lo cierto es que estos fascistas criollos, que presumen de su "linaje blanco", olvidan deliberadamente que desde el momento mismo en que el primer español puso pie en tierra chilena, también lo pusieron los africanos.


Diego de Almagro llegó en marzo de 1536 con 240 españoles, 1.500 indígenas y 150 esclavos negros4.


Más tarde, de los 150 soldados que venían con Pedro de Valdivia, traían esclavos negros él mismo, Bartolomé Flores, Francisco de Aguirre, Jerónimo de Alderete, Pedro Gómez de don Benito, Gonzalo de los Ríos, Juan Negrete, Pedro y Francisco de Villagra5. Hay pruebas de que esos esclavos quedaron sin descendencia6.


De ahí en adelante, el joven país siguió nutriéndose de sangre africana. Y cuando la metrópoli española trató de impedir este torrente, los señores acudían al contrabando con tal de no carecer de esclavos. Los trajeron provenientes de Angola, Mozambique, Cabo Verde, isla Santo Tomé, Biafra, Guinea y otras regiones de África. Eran designados con el nombre de la localidad de extracción, del río o pueblo. Por eso Ercilla habla del "negro gelofo", que ejerce como verdugo de Caupolicán.


Ya el censo que el obispado de Santiago hizo en 1778, acusaba la presencia de 21.583 negros, zambos y mulatos (este obispado abarcaba desde el desierto de Atacama hasta el Maule). El único censo que se conoce del obispado de Concepción es de 1812 y arroja la cifra de 7.917 negros puros, mestizos, mulatos y zambos en esa región7.


En vísperas de la Independencia, en 1810, de los 800.000 habitantes que tenía Chile, 12.000 eran de reconocido origen africano.


Esos africanos que estuvieron en todo lugar adonde llegó el conquistador español —el ecúmenos del negro al que se refieren los investigadores— y que contribuyeron no poco a cimentar la pobla­ción chilena, formaron los primeros centros de trabajo en las explotaciones mineras y en las faenas agrícolas. Fueron los primeros maestros que el país tuvo en diversos oficios: canteros, carpinteros, sastres, herreros, plateros, zapateros, albañiles, pues a partir del siglo XVI no hubo maestro, de cualquier oficio, que no tuviese a uno o más negros esclavos como ayudantes. Esos oficios los heredaban sus propios hijos, lo cual iba dando nacimiento a los primeros gremios9. Esto es muy importante, porque contrariamente a lo que afirman historiadores como Francisco Encina, no fueron destinados sólo o primordialmente a la servidumbre doméstica. Allí eran las mujeres de origen africano las que ejercían de amas de llave, lavanderas, cocineras, mamas (ayas, nodrizas) de los hijos de los patrones; costureras, constituyendo la verdadera estructura de la casa patricia. Los varones en esta estructura ejercían los cargos de caleseros —el mayor rango—, sirvientes de razón (los más elocuentes, que llevaban razones o recados al vecindario), negritos de alfombra (para llevar la alfombra a la iglesia), despabiladores (para despabilar las velas).


Los esclavos africanos y su descendencia —dice el historiador Rolando Mellafe— no pueden permanecer ignorados por el etnólogo o el antropólogo, aunque no hayan dejado grandes huellas ni proble­mas raciales.


Será tarea de especialistas de diversas disciplinas científicas, historiadores, lingüistas, investigadores del folklore, averiguar las diversas dimensiones de la presencia africana en nuestro país y rescatar la vigente presencia mapuche.


Ya un musicólogo chileno, Pablo Garrido, en su obra Historial de la cueca*, rebate la tesis que da un origen cortesano, "venido de París", a esta danza folklórica chilena. Garrido menciona la "gran cuota africana nuestra", a través de remesas de esclavos llegados a partir del siglo XVI. Dice que éste es un argumento que producirá vivo escozor a quienes sustentan la "pureza racial" de los chilenos. "Va a arder Troya", declaró el investigador en relación a estos antecedentes.


Respecto de la cueca, Garrido indica que nació al asimilarse un baile que llevaron los esclavos negros, dentro de un tráfico que en tiempos de la Colonia partía de Uruguay, atravesaba la cordillera de los Andes y llegaba hasta Quillota —entre Santiago y Valparaíso—, donde existía un "corral de engorda", aprovechando el microclima subtropical de esa zona. Justamente los primeros testimonios que se tienen de la cueca —primitivamente llamada zambaclueca o zamacueca—, corresponden a Quillota, donde incluso se aclimataron frutos africanos.Luego de reanimar allí a los esclavos del penoso viaje desde Uruguay, la "mercadería" humana era trasladada a otros puntos de Chile o, principalmente, al Perú, reseña Pablo Garrido.


Poco antes de darse a conocer los resultados de las investigaciones de este musicólogo, el 18 de septiembre de 1979, Pinochet, en un gesto demagógico, firmó un decreto que oficializó la cueca como baile nacional. Lo cierto es que la cueca es el baile nacional hace más de ciento cincuenta años y nunca esto se había puesto en tela de juicio. También es cierto que durante muchas décadas fue expulsada de los salones elegantes, pero el pueblo nunca dejó de bailarla...


Ante la pregunta, ¿existen descendientes de africanos en Chile? saltan las pruebas aportadas por los investigadores de nuestra historia. Esas pruebas destruyen la seudo-teoría del "linaje blanco" y de la "raza chilena" del general Pinochet. Esta no es sino una adaptación de las teorías de los ideólogos del nazismo, sustentada en los trabajos de los simuladores de la historia de Chile.


Nuestro país fue "descubierto" para el resto del mundo no americano al mismo tiempo por españoles y gente proveniente de África. No es casual que en el famoso cuadro de Pedro Subercaseaux y en los numerosos grabados que ilustran los libros de historia, se vea al africano junto al indio y al español.


El propio Encina se ve obligado a reconocer que "nuestra estructura social contó en el primer momento con tres estratos: el europeo y su descendencia, el aborigen y los negros esclavos".

La presencia africana podría haber sido mayor si se hubiera tomado en cuenta el parecer de Alonso González de Nájera o si el emperador Carlos V hubiera dado el sí a las solicitudes de Pedro de Valdivia. Este conquistador le suplicó reiteradamente le permitiera traer dos mil esclavos negros y tener el monopolio de la trata, tanto para venderlos y obtener provecho, como para laborar las minas y los lavaderos de Chile en gran escala. Su muerte y la de Jerónimo de Alderete frustraron ese proyecto.


La Conquista y la Colonia están impregnadas de esa presencia, tanto en la vida económica, las acciones de guerra, como en los aspectos legislativos.


El mayor miedo de los conquistadores era la alianza entre los negros sublevados y los indios. No hubo medida que no se tomara, aun las más salvajes, para castigar a los negros huidos y dispuestos a luchar por su libertad. Cimarrones, esclavos alzados y organizados para esa lucha, hubo menos en Chile que en otros países. Tal como señala el cronista González de Nájera —llamado "el primer sociólogo chileno" por Rolando Mellafe—: "Siendo los negros naturalmente friolengos, no dejarán el poblado por los desabrigados montes de tierra fría, pues las partes adonde pueden huir o ha de ser la cordillera entre la nieve, o a mayor altura de tierra, partes que son siempre más frías que las que habitan los españoles... f0


Pero es grave error achacar al clima la no prosperidad de los esclavos africanos. El que no prosperaran se debe fundamentalmente a razones de demanda y mercado de mano de obra. Esto no impidió, con todo, que entre 1550 y 1615 hubieran sido traídos tres mil esclavos negros. No fueron razones de carácter humanitario las que impidieron una mayor afluencia de esclavos negros a Chile, sino el permanente estado de guerra con los indios que hacía imposible la introducción de grandes cultivos o la dedicación a grandes explota­ciones mineras. Por otra parte, los españoles, aunque veían a los esclavos africanos como potenciales soldados y auxiliares para la conquista, por sobre todo temían que se aliaran con los indios11.


Continuara...

Presencia Africana en Chile (Parte 2)


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